Me gusta lanzarme por la ventana de mi casa cuando me dan ganas de volar, el único problema es que a veces se me olvida que sólo tiene un piso. Y así me pasa siempre, se me rompen los huesos, se me quiebran las uñas, se me trizan los dientes. Luego el alma se me sale por la boca y vuela 200 metros más abajo.
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